Cómo olvidar a la zorra ingrata que se largó sin decir ni pío

1.       Para empezar, no olvides nunca lo que te hizo. ¡Nunca! Deja que el rencor se retroalimente, pues se transformará en tu mejor arma llegado el momento. La energía que liberarás entonces valdrá por quinientas puñaladas.
      2.     Mentalízate para el instante en que os reencontréis casualmente donde sea. Los dos lo sabéis muy bien: no podrá esconderse para siempre. Memoriza, ensaya, ejecuta: el objetivo es dejarla como una inútil sin que siquiera se dé cuenta. Que se te quede mirando perpleja y becerril mientras tú, triunfante, le des la espalda como hacen los grandes con los mediocres.
     3.     Aprovecha tu blog. Puede que te borrara en las redes sociales, pero sigue leyéndote, ni lo dudes; les gusta hacerse las emancipadas para así no admitir que todo les fue cuesta abajo después de dejarte. Lánzale mensajes sutiles, siempre sin aludir directamente a su nombre; es imperativo que no perciba la importancia que le sigues dando. Por muy cortita que sea, le llegará.
    4.     Exhibe todo cuanto puedas tus relaciones con otras mujeres, aunque no las tengas. Por algo los llaman “clásicos”: valieron ayer y siguen valiendo hoy. Si es necesario, crea perfiles falsos y toma prestadas fotos de otras mujeres. Esta arma será doblemente efectiva si dejas entrever que se trata de algo informal, pues le sacará de quicio saber que basta con un poco de sexo para olvidarte de ella.  La sensación de insignificancia les hunde en la miseria.
     5.     Aguanta. Aguanta las noches sin poder dormir, las imprevisibles minucias que despiertan recuerdos amargos, la puñetera autocomplacencia. Aguanta la derrota que supuso el hecho de que la última palabra fuera suya. Es más: deja que crea que fue la última. No permitas que ese chupóptero llamado conciencia te distraiga de tu objetivo: rechazó permanecer en tu vida cuando tú lo diste todo por ella. Aguanta como los santos. Aguanta como los mártires. Aguanta.
    6.     Rodéate de buenos amigos, que son el mejor pan en tiempos de sequía. No dejes pasar la oportunidad de evidenciar sus defectos, incluso los más insignificantes. Si lo expones con convicción, comprobarás que nadie encontrará razones para discutirte. Reconfórtate con la familiaridad.
     7.    Dedica poco más que un resoplido cínico a cualquier memoria repentina de un instante agradable con ella. Es todo cuestión de costumbre. Y de actitud. El desdén se solidifica.
     8.     Aguarda pacientemente, porque el universo tiende a cambiar las tornas. Terminará produciéndose el momento en que ella sepa de ti cuando está jodida y tú quemas billetes sentado en tu trono. Olisquearás los añicos de su orgullo. Saborearás las lágrimas de su inseguridad. Degustarás su vergüenza. Triunfarás.
     9.      Fracasa miserablemente en todos los puntos antes expuestos.
   10.    Asume que siempre fue libre de marcharse, que no supiste encajarlo, que actuaste como un niño al que se le cae el biberón al suelo y que no hay culpables ni excusas ni zurullos en vinagre de Módena a los que auparse.  
   11.    Resume tu aprendizaje en once puntos.




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